viernes, 22 de febrero de 2013

Ella.

Se encontraba allí, con su corazón destrozado, conteniendo el aliento, y con lágrimas corriendo por sus mejillas sin parar, no sabía cómo había llegado ahí, no sabía que haría, se sentía desorientada, sola, triste, desamparada, sin nadie que pudiera escuchar sus gritos ahogados, sin nadie que pudiese entender lo que pasaba por ella, nadie podría entender lo que pasaba por su mente, aquello era un enigma, era esa clase de chica que pareciera que todos la conocen, todos creen saber quién es, pero en verdad nadie tiene idea todo lo que vive, todo lo siente, todo lo que piensa y qué es lo que necesita, pareciera ser una persona fácil de conocer, fácil de llevar, pero su ser, es un misterio, que jamás nadie podrá conocer, eso era lo que ella creía y de lo cual siempre se convenció. -¿Que haces aquí- replicó una voz, Sin respuesta alguna por parte de la chica -Ey, niña, ¿estás bien?- replicó nuevamente la voz mientras deslizaba su mano frente a la cara de la chica manteniendo una distancia prudente. -Oh, disculpa, ¿que necesitas?- La chica había salido del trance. -Te preguntaba si estabas bien- -Que clase de pregunta estúpida es esa, ¿¡mi cara se ve de estar bien!?- Pensó la chica pero solo se limitó a decir -Sí, gracias- -Pues no lo parece- dijo el chico -No me digas- pensó nuevamente la chica, quién se había mantenido mirando el piso en todo momento, estaba en un lugar desconocido y sentía miedo, siempre la gente creyó que ella no temía a nada, que era una chica fuerte y ruda, cuando por dentro no era más que miedo y necesidad, necesidad de sentir que alguien la podría proteger, cosa que nunca había sucedido, porque siempre todos creían que era fuerte y podía hacerlo por su cuenta; lentamente comenzó a levantar la mirada... cuando miró al chico, no lo podía creer, era a quien había soñado siempre y creía tan solo una ilustración de su mente, tenía miedo de que se fuera, como toda la gente lo hacía a su alrededor, jamás fue muy estable emocionalmente, siempre temía que la gente la dejara, por lo que no sabía cómo reaccionar frente al amor, rápidamente secó sus lágrimas, e intentó colocar una mejor cara, sabía que se veía mejor sonriendo que llorando. -Gracias- Dijo la chica para luego pensar -que imbécil soy- -Tienes cara de extranjera, ¿Conoces por acá?- La chica rápidamente temió, por más guapo que fuese no confiaba tan rápidamente en las personas, en su pasado, ya había tenido muy malas experiencias con aquello, pero por algún extraño motivo, ese chico le daba tranquilidad, sus ojos, sus ojos le transmitían paz que nunca había tenido y que siempre había deseado, su sonrisa era como una droga, la hacía sentir feliz sin ningún motivo, tranquila, bien, era agradable, tenía unos labios que parecía que pidiesen un beso a gritos, y al moverse la chica sentía profundos deseos de besarle sin más, pero sabía que eso solo la podría poner en algún apuro, temía, pero aún así... -No, no soy de aquí, no sé cómo llegué acá y tengo miedo- Salieron solas aquellas palabras, nunca se explicó cómo pudo ser así, como pudo decir "tengo miedo" a un extraño, nisiquiera a su madre alguna vez le había dicho aquello, y se lo dice a un chico a quien apenas conocía. -Lo siento no te preocupes debes estar ocupado o algo así, sigue haciendo lo tuyo, ya me ubicaré pediré un mapa o algo así- dijo inmediatamente la chica asustada ante lo que dijo anteriormente, no quería verse asustada, ni con miedo, no era lo suyo y odiaba cuando era así, tenía la mala costumbre de empujar lejos a la gente que la quería, o a la gente que comenzaba a preocuparse por ella, era su escudo, era su protección, era su fortaleza anti decepciones, ya se sentía desilusionada de la vida, no quería tener excusas para ilusionarse de algo que sabe que morirá. -No te preocupes, solo estaba caminando por aquí- dijo el chico muy amablemente Ella, rápidamente escondió su cara mirando el suelo, no quería enamorarse, y ella sabía que solo bastaba una sonrisa brillante, una mirada tranquila y ser agradable para que ella pudiera caer perdidamente enamorada, en su vida habría tenido un par de novios, pero se había enamorado mil más, tan solo que ese par fueron los que fueron por ella, ya que ella no sabía como ir por alguien, otra vez, ese miedo a la desilusión, no podía confiar en ella, ni en nadie, le daba mas miedo sufrir, que arriesgarse a ser feliz. -Ey, ¿te sucedió algo?- dijo el chico preocupado ante aquella reacción que para él fue como un rechazo. Ella tan solo negó con la cabeza y soltó un pequeño -no, nada- -Entonces vamos, te enseñaré por aquí- No lo podía creer, esa amabilidad, temía, y no por su vida, su vida nunca le importó mucho la verdad, temía, temía por sus emociones, temía querer, le temía a la felicidad, pero esa última estaba invadiendo su cuerpo, y abriendo cada ventana de aquella obscura habitación que se encontraba clausurada, a la que la gente comúnmente llama corazón.